Las tres sequías, más una

14 Marzo 2024
clean

Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)

Además del incremento de las temperaturas medias, otra de las características principales de la actual crisis climática, la primera con origen antrópico, es decir causada por la actividad humana, es la alteración del ciclo del agua y del régimen de precipitaciones en las diferentes regiones del planeta.

El sistema climático es muy dinámico, y está sometido a tantas variables que se hace especialmente difícil establecer modelos precisos para cada región. Sin embargo, la mayoría de las previsiones para el área mediterránea coinciden en señalar un descenso general de las lluvias en términos porcentuales respecto al período de referencia (1850-1900). Una disminución que será de moderada a significativa dependiendo del escenario de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) hacia el que avancemos.

Así el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), sitúa ese descenso en un 11% hacia 2050, llegando a casi el 17% para finales de siglo en el escenario de emisiones de GEI menos favorable (SSP4), que es hacia el que nos dirigimos actualmente.

Manos con tierra, imagen marcada por la falta de lluvias.
Manos con tierra, imagen marcada por la falta de lluvias. 

Pero más allá de los pronósticos, lo que muestran fielmente los registros actuales es que los períodos de sequía están resultando cada vez más severos y persistentes. Un fenómeno que se manifiesta de distinta manera en función del ámbito al que afecte y que ha dado lugar a identificar tres tipos de sequía, que no siempre están relacionadas y que son percibidas de manera muy distinta por la mayoría de la sociedad.     

Desde el ámbito personal, la percepción de las sequías viene dada por la manera en cómo nos afectan. Eso hace que, más allá de cómo afecte al entorno, la mayor parte de la población solo se sienta directamente amenazada cuando el nivel de los pantanos baja hasta el punto de activar el escenario de emergencia y poner en riesgo el abastecimiento urbano de agua potable. 

Pero una cosa es el estado de las reservas de agua embalsada y de los acuíferos subterráneos, de los que depende en buena parte el suministro doméstico, y otra muy diferente la situación que atraviesan los ecosistemas silvestres y los campos de cultivo por la falta de humedad en el ambiente y en los suelos. 

Cuando el déficit afecta a ése primer nivel, el de los embalses, hablamos de sequía hidrológica, y cuando afecta al medio natural y los cultivos nos referimos a la sequía agrícola o hidroedáfica. Los expertos establecen una clara diferenciación entre ambas que conviene tener muy en cuenta.

Embalse con las reservas llenas, situado en la bodega de Familia Torres, verano 2023.
Embalse con las reservas llenas, situado en la bodega de Familia Torres, verano 2023. 

Así la sequía hidrológica se da cuando los caudales de los ríos y los niveles de los acuíferos y de los embalses se sitúan por debajo de lo normal: considerándose como normal la media de las reservas en los diez últimos años. Técnicamente se define como aquel período en el que la disminución en las disponibilidades de aguas superficiales y subterráneas respecto a los valores medios pone en riesgo atender a las demandas de agua potable para los diferentes usos.

En todo caso, y a diferencia de la sequía agrícola o hidroedáfica que está mucho más ligada a la meteorología, la sequía hidrológica no depende directamente de las precipitaciones, pudiendo demorarse durante meses o incluso años del inicio de la escasez de lluvias, o incluso, si las lluvias retornasen en poco tiempo, no llegar a manifestarse.

La sequía agrícola o hidroedáfica se define como el déficit de humedad en la zona radicular que impide satisfacer las necesidades de agua de las plantas silvestres y los cultivos para su correcto desarrollo. En zonas de secano, este tipo de sequía esta directamente ligado a la escasez de lluvias, con un pequeño desfase temporal dependiendo de la capacidad de retención de la humedad de las plantas. Sin embargo, en zonas de regadío, la sequía agrícola está mucho más vinculada a la sequía hidrológica pues puede dar lugar a restricciones en el riego.

Y en tercer lugar hablamos de la más común, la sequía meteorológica, que es también la más reconocible. En este caso tiene que ver con la falta de lluvias y se declara cuando se da una disminución significativa en el régimen de precipitaciones durante un período prolongado de tiempo. En España, la sequía meteorológica afecta actualmente a más del 60% del territorio. En algunos puntos del mediterráneo español la precipitación registrada en los últimos tres años ha descendido a la mitad respecto a la media histórica. 

Gotas de agua de lluvia sobre el viñedo.
Gotas de agua de lluvia sobre el viñedo.

Como consecuencia de esta sequía meteorológica, algunos territorios del estado están viviendo una sequía hidrológica muy grave y sin precedentes históricos. Los embalses de las cuencas internas de Cataluña o de las mediterráneas andaluzas registran actualmente mínimos históricos, situándose en niveles muy bajos, del 15% y el 18% respectivamente: más de 50 puntos porcentuales por debajo de la media histórica en el caso de los embalses catalanes. Asimismo, la falta de lluvias está generando una sequía agrícola e hidroedáfica muy severa, con consecuencias catastróficas para la naturaleza, especialmente para los ecosistemas forestales y la biodiversidad que albergan.  

En el caso de la actividad agrícola las pérdidas ocasionadas por la sequía se elevan a miles de millones de euros, y está dando lugar al cierre de explotaciones agrarias y a la pérdida, no ya de cosechas, sino de fincas enteras de cultivo, como es el caso del olivar o la vid, lo que está poniendo a prueba la capacidad de resistencia de las gentes del campo.  

Por último, las secuelas directas que pueden tener los tres tipos de sequía en la actividad productiva, unas consecuencias que afectan también a otros sectores más allá del primario, como por ejemplo el sector turístico, han dado lugar a definir un cuarto tipo de sequía, al que se ha dado en llamar sequía socioeconómica, y que hace referencia a los daños causados a la economía y a la sociedad en su conjunto.

En cualquier caso, todo parece indicar que, en el área del Mediterráneo y en la medida en que la crisis climática siga conduciéndonos hacia los escenarios menos favorables, la sequía va a dejar de ser un fenómeno puntual para convertirse en un rasgo, por lo que va a ser necesario llevar a cabo grandes esfuerzos, a todos los niveles, para adaptarse a ella.