La bella fragilidad de la mariposa macaón

16 Abril 2024
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Por Jose Luis Gallego. Divulgador ambiental (@ecogallego)

Los paseos por el campo durante el mes de abril brindan al amante de la naturaleza la oportunidad y el privilegio de disfrutar con la observación de uno de los órdenes de insectos más fascinantes de la fauna ibérica: el de los lepidópteros, es decir, las mariposas. 

Estos bellísimos invertebrados cuentan con casi 5.000 especies en España, de las que 257 son mariposas diurnas. Además de embelesarnos con su elegante vuelo, su seguimiento nos permite disfrutar de algunos de los diseños más primorosos entre los seres vivos. Tal vez por ello, algunos de los entomólogos más reconocidos, como Swinhoe, Chinery o Agenjo cayeron en su hechizo y dedicaron buena parte de su labor científica al estudio y la divulgación de la biología y las costumbres de estos sorprendentes insectos. 

Paisaje de primavera en la finca Mas La Plana (propiedad de Familia Torres)
Paisaje de primavera en la finca Mas La Plana (propiedad de Familia Torres)

 

Y entre todas las mariposas diurnas que sobrevuelan los campos en flor de la Península Ibérica destaca, por su vistosidad y elegancia, la macaón: una especie a la que los entomólogos clasifican con el nombre científico de Papilio machaon. Dicho nombre, como el de otras mariposas diurnas, hace referencia a la mitología griega. Macaón, héroe de ‘La Ilíada’ de Homero, era hijo de Asclepios o Esculapio (como lo rebautizaron los romanos), rey de Tesalia y dios de la medicina.

 

Ejemplar de mariposa macaón encima de unas flores.
Ejemplar de mariposa macaón encima de unas flores. 

La mariposa que lleva su ilustre nombre es una de las más espectaculares de la fauna ibérica. Sus alas, bellamente coloreadas de amarillo y negro, acaban en una especie de ‘cola de golondrina’ con la que también se la conoce. La macaón era, hasta hace pocas décadas, una especie común en todo el territorio, pero el deterioro de su hábitat característico, bosques abiertos, marjales y prados de montaña, la ha convertido en rara. Como apunte personal diré que, tras ser protagonista habitual en mis paseos primaverales de mi infancia, cada vez me cuesta más observarla, constituyendo en tal caso un muy celebrado y emotivo reencuentro. Y es que se trata de una de mis especies favoritas. 

Pero si el aspecto de la mariposa resulta deslumbrante, no menos llamativo es el de la oruga. Rechoncha y tubular, llega a medir hasta cuatro centímetros de longitud. Está formada por unos gruesos y mullidos anillos de un delicado color verde claro pintados en su mitad de unas sofisticadas rayas negro-anaranjadas que le confieren un aspecto galáctico. La oruga de la macaon se alimenta básicamente de hinojo, de ahí que ésta sea la planta elegida por la mariposa para realizar las puestas. Los huevos eclosionan a la semana de la puesta y, por lo general, la fase larvaria dura en torno a un mes. La de crisálida, que es el capullo en el que se encierra la oruga para completar la metamorfosis y emerger como mariposa, dura alrededor de tres semanas, aunque puede alargarse en función de las condiciones meteorológicas: un fenómeno denominado diapausa. 

En España la mariposa de la macaón suele volar predominantemente entre abril y mayo, extendiéndose su presencia hasta septiembre. Su período de vida en esta última fase de la metamorfosis dura alrededor de quince días, tiempo en el que los machos se dedican básicamente a librar ardorosos combates aéreos en forma de balé (son muy territoriales) para defender sus dominios, atraer a las hembras y culminar la reproducción antes de morir.   

Mariposa macaón encima de la flor de color violeta.
Mariposa macaón encima de la flor de color violeta. 

Los científicos llaman bioindicadores a las especies que con su aumento o desaparición actúan como testimonios de las condiciones del medio que las acoge. Y debido a su alta sensibilidad a las alteraciones climáticas y a la contaminación, las mariposas están consideradas como un excelente bioindicador del calentamiento global y la calidad ambiental. 

En este sentido, y más allá de la belleza que nos aporta su presencia y del alto valor con el que contribuyen al aumento del índice de biodiversidad, pues son la base alimenticia de numerosos vertebrados, las mariposas son uno de los mejores semáforos para señalar la salud de los ecosistemas y el avance de la crisis climática en función de su abundancia (verde), su escasez (naranja) o su ausencia (rojo).

Y si atendemos a los censos que vienen realizando los lepideroptologos, podríamos afirmar que, en los últimos años, con un descenso que algunos expertos sitúan entre el 30% y el 40% de media (en algunas especies como nuestra protagonista es incluso mayor), el semáforo de las mariposas ha pasado del verde al naranja en toda Europa. Un semáforo vivo que amenaza con pasar definitivamente al rojo en muchas regiones del Mediterráneo, donde las poblaciones de lepidópteros han descendido hasta en un 70%. 

Un dato muy inquietante si tenemos en cuenta que más de tres cuartas partes de las plantas con flores, incluidas aquellas variedades que cultivamos para alimentarnos, dependen de la acción polinizadora de los insectos, especialmente de las mariposas.